Casting Gisele I. McMillan.

Estaba feliz. Se sentía bien de la mano de Emerick paseando por el Cajellón Diagon. Lo quería. Y le había costado admitirlo. Cinco meses y medio había tardado Gisele en admitir que quería a su novio, pero ya daba igual. Ahora lo tenía de su mano, mientras juntos paseaban por aquél callejón famoso en el mundo mágico. ¿Cuál había sido el error de la pelirroja? Detenerse a observar una túnica que realmente le parecía encantadora en una de las pocas tiendas que le gustaba visitar. –Amor, ¿Te parece que...? –. Bufó con exasperación al seguir la mirada de Emerick, dirigida directamente a Zabinni. –Si te gustan tanto sus piernas, anda y métete en ellas.– Soltó bruscamente la mano de su mano, enojada. Emerick percibió el disgusto y el sarcasmo en el tono de voz de la pelirroja, por lo que se acercó a ella e intentó abrazarla por la espalda, pero ella con discreción se soltó de su agarre. – ¿Estás celosa, mi vida? –. Ella enarcó una ceja y le fulminó con la mirada antes de desviar su mirada nuevamente al ventanal donde se encontraba la túnica que deseaba. – ¿Tú que crees, gilipollas? –. Contestó sin ningún tipo de cariño en su voz. Le tenía harta aquella situación. No era primera vez que descubría a su novio mirando demás a Zabinni y realmente, no eran miradas inocentes cómo la que le enviaba a otras chicas.

De pronto se sintió completamente cansada. Exhausta, ¿Estaba mendigando el amor de su novio? Se supone que no debe ser así. En ocasiones solía pensar que Emerick realmente la quería cómo ella a él, pero otras veces, parecía que Emerick sólo estaba con ella por lástima. Lo escuchó argumentar en su defensa, pero realmente no le importaba escuchar sus palabras. No estaba enojada, estaba decepcionada. El dolor que sentía en el estomago se asemejaba a un vacío grande e incomodo. ¿Porqué no podía recibir el mismo amor que ella daba? Suspiró, alzando uno de sus dedos para callar a su novio mientras él comenzaba a enojarse porqué ella le ignoraba. – ¿Quieres que estemos bien? –. Lo observó asentir, sonriendo ampliamente de aquella manera encantadora que le quitaba el aliento. Ella volvió a suspirar, ésta vez profundamente ante de masajearse la sien con lentitud. –No la vuelvas a ver.– Él hizo una mueca, e intentó quejarse, pero la mirada furibunda que Gisele le brindó lo calló al instante. Tenía ganas de llorar y desagotarse, pero no lo haría. McMillan nunca lloraba, era una de sus pocas normas para con si misma. Cerró los ojos y buscó a tientas la mano de su novio, aquella que él le ofrecía con cariño y la apretó con fuerza, sintiéndole con ella. Abrió los ojos de nuevo y clavó su mirada en donde momentos antes se encontraba Zabinni, pero ya ésta se había ido. Besó la mejilla de su novio y él sonrió con algo parecido al cansancio, a sabiendas que no había terminado. – ¿Que me decías, amor? –. Ella sonrió con la ironía plasmada en sus finas facciones y negó con la cabeza. –Nada, ya no importa.– Siguió caminando, con su novio siguiéndole los pasos. La tarde estaba arruinada, aunque ambos quisieran creer lo contrario.

No estaba segura de que sentía Emerick hacía ella. ¿Cómo podía estarlo? Pero, estaba completamente segura de que... De que no iba a soltarlo.